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La malnutrición por la crisis aumenta la obesidad en España

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Banco de alimentos Catalunya

“La mala alimentación y la obesidad, que es como se muestra la malnutrición en estos momentos, son la nueva cara de la pobreza” fue la conclusión del I Encuentro de la recién constituida Alianza española contra el hambre y la malnutrición. Quien apuntaba la principal revelación de esta jornada era Cecilia Díaz Méndez, socióloga profesora de la Universidad de Oviedo y que en la actualidad lidera una investigación en colaboración con Cruz Roja Española y Fundación Alimerka sobre los impactos de la crisis en los hábitos alimentarios en hogares social y económicamente vulnerables.

Según el último informe FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada) , sólo el 2% de los habitantes del Estado español admite pasar hambre. Sin embargo, frente a esta cuestión que puede estar mediada por numerosos condicionantes –“Estamos hablando de personas que no se imaginarn nunca que llegarían a esta situación y lo ocultan”, recordaba Díaz Méndez– la investigadora subraya otro dato más clarificador: un 16% admite que se está viendo obligado a no llevar una dieta adecuada por los problemas económicos.

De la lectura de testimonios recogidos a usuarios del Banco de Alimentos se extraía que “se intenta dar de comer a los niños y los que están detrás, los adultos, pasan con pan y leche”, explicó Díaz Méndez. En este sentido, no debe extrañar que haya aumentado la obesidad entre las clases más empobrecidas por la crisis -de un 14% a un 22% de afectados entre 2003 y 2011-, siguiendo una dinámica ya mundial y que tiene en países como Estados Unidos y México sus principales exponentes. En este último, uno de los más desiguales del mundo, el 70% de la población tiene sobrepeso y el 30% es obeso, por lo que la primera causa de mortalidad es la diabetes. Según el relator para la alimentación de Naciones Unidas, Olivier de Schutter, el hito que genera un cambio en los hábitos alimenticios mexicanos y, consecuentemente, un incremento del consumo de azúcares y grasas procesadas, es la entrada en vigor el 1 de enero de 1994 del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, como contamos en el reportaje La Coca-Colización de México, la chispa de la obesidad. “La importación de alimentos se multiplicó y, en solo una década, se duplicó el consumo de Coca-Cola entre niños”, según datos de Schutter.

 

Habitantes de San Pedro Chenalhó, México (María Verza)

“La obesidad hay que analizarla desde lo multicausal y no generar iniciativas desde una sola de las causas (…) En este problema tienen reponsabilidad el productor y en la forma en que está produciendo la carne y las verduras, la industria agroalimentaria que transforma los alimentos en hipercalóricos, y el consumidor”. Pero no sólo éste último, subrayó Díaz Méndez.

 La profesora de pediatría y directora del grado en Nutrición de la Universidad de Valladolid, Margarita Alonso Franch, explica que la malnutrición provoca retención de líquidos a nivel celular, manteniendo el volumen.

 

Pero el hecho de que la malnutrición se evidencie a través de la obesidad y el sobrepeso no debe llevarnos a engaño de la gravedad de la situación: “Las familias están apostando por mantener la ingesta calórica, pero no la de calidad”. Y empieza a desentrañar los perfiles de los nuevos pobres: “Tenemos más personas en paro pero menos personas que reciben subsidio por desempleo”, alerta Amador Gómez, director técnico de Acción contra el hambre. “No estamos aumentando las personas en exclusión social, sino que estamos en un proceso de marginación, de empobrecimiento. No estamos hablando de familias excluidas, sino de familias como nosotros que de la noche a la mañana dependen de la ayuda social. Estamos en una pérdida de poder, y por tanto, de desprotección (…) Las unidades familiares receptoras de renta mínima de inserción en el Ayuntamiento de Madrid han aumentado en un 60%”. Y sigue disparando datos: “Las familias que no pueden afrontar gastos imprevistos han aumentado de un 28,1% en 2008 a un 40% en 2012”. En este sentido, Gómez no tiene duda: “Tenemos muchas familias en situación de dificultad alimentaria, que tienen que ajustar su patrón de consumo y recurrir a los servicios sociales. Y eso lo vemos en el aumento de la ayuda alimentaria”. Gómez recuerda que Cáritas ha tenido que desviar a este fin el 60% de su presupuesto: 17 millones de euros. “Si hay aumento es que hay familias que por sus propios recursos no son capaces de cubrir sus necesidades”.

Clases de nutrición a niños en la Compañía para la gestión de residuos sólidos en Asturias (Cogersa)

Y para subrayar el retroceso que ha supuesto en el trabajo de las organizaciones sociales, reproduce una frase del presidente de Cáritas Madrid: “En 2007 estábamos ocupados en la promoción de las personas. Ante el aumento de la demanda para cubrir necesidades básicas, hemos tenido que volver a la preocupación por la alimentación”. Otro de los aspectos más preocupantes destacados por Gómez es que el 67% de las personas que acuden a Cáritas lo hacen derivadas por los Servicios Sociales públicos, “incapaces de dar respuesta a la demanda creciente, no se adaptan a las necesidades actuales”, complicado cuando su presupuesto se ha reducido en un 65%.

Datos y más datos. Pero seguimos sin saber cómo está afectando la malnutrición, por ejemplo, a sectores de la población más inaccesibles como la población inmigrante indocumentada, que teme ser detenida y expulsada en sitios donde tengan que identificarse; las personas sin hogar, que han visto reducidos sus ingresos con el impacto de la crisis o las mujeres como principales administradoras de la economía familiar. Una de los objetivos de la Alianza española contra el hambre y la malnutrición, una iniciativa asturiana que ha conseguido aglutinar a la Administración Pública, ONG, fundaciones y empresas con el fin de investigar y arrojar luz sobre un fenómeno del que se carece de datos fiables e investigadores capaces de procesarlos y extraer conclusiones útiles para su manejo, empleo en la intervención social y documentación de los fenómenos sociales derivados.

 

Por ejemplo, en la afectación de la crisis en la infancia. Sabemos que las consecuencias de agresiones a la salud en la infancia son devastadores para todo el futuro de una sociedad. Pero desconocemos por ejemplo del efecto que está teniendo que los comedores sociales hayan “subido sus tarifas en siete comunidades autónomas y en otras se han recortado las becas comedor. Pareciera que estamos en otro mundo”, ironiza Gómez. Mario Margolles Martins, jefe del Servicio de Epidemiología del Principado de Asturias, defiende el papel didáctico y redistributivo de los comedores: “Un centro escolar es algo más que educación, deberían servir de ayuda a los niños que tienen alguna necesidad especial sin señalarlos públicamente”.

“Un sistema alimentario que mantiene a la mitad de la población mundial, 3000 millones de personas, con algún tipo de malnutrición es poco viable, poco sostenible y poco social. Tendremos que pensar que las estrategias a largo plazo pasen por repensar ese sistema alimentario de aranceles, la promoción de los comercios locales, la responsabilidad del Norte de ejercer un consumo mucho más responsable…” Para ello es fundamental no perder de vista el marco general que recuerda Margolles: “Si buscamos la causa, como epidemiólogo, es que vivimos en una sociedad que hace que alguien no tenga derecho o acceso a los recursos alimentarios”.

 


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